segunda-feira, 28 de maio de 2012

Esquí de Montanha, Esquí de Liberdade, por Arnold LunnParte 1.

Do site catalão: muntania.net
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Esquí de montaña, esquí de libertad
"El esquí de montaña es el fruto del matrimonio de dos grandes deportes: el alpinismo y el esquí."

Arnold Lunn
Con la llegada del invierno la montaña cambia de fisonomía. Las primeras nieves cubren los prados, tapan los canchales y hielan riachuelos y lagos. Las canales se convierten en pendientes toboganes de rara elegancia. Las oscuras crestas se alzan altivas en medio de un mar blanco. La naturaleza entra en un estado de letargia, retraída sobre si misma, para aguantar la crudeza de las bajas temperaturas y los temporales de nieve. Pero para el alpinista, éste estado de la montaña reúne nuevos atractivos. El silencio y la quietud absoluta de la naturaleza, la soledad y el alejamiento, el paisaje transformado en una inmaculada superficie blanca, donde el sol construye unos espectáculos de plástica belleza, son unos elementos que dan una nueva magia a la montaña invernal, a veces dura y con riesgos, a veces bella y especial, y no puede contener el deseo irrefrenable de acercarse a ella, de penetrar en ella. Y entonces es cuando descubre la utilidad del esquí. Las tablas se convierten en el instrumento idóneo para desplazarse con comodidad, para transportar al alpinista inquieto al pie de la vía, de la canal o de la pared. Pero muy pronto el alpinista intuye que el esquí puede dar mucho más juego en este terreno blanco, que le abre un nuevo mundo de inmensas posibilidades. La comodidad de progresar por nieves hondas sin hundirse hasta la cintura, el placer de deslizarse por largas pendientes, de trazar giros y "godilles" en la liviana nieve polvo, el vértigo de la velocidad, lo transporta a un mundo de ensueño del que ya no puede prescindir. Las travesías de un valle a otro, la ascensión a una cumbre con los esquís en los pies, los descensos por largas pendientes dan una nueva dimensión al alpinismo invernal. Y así nace el esquí de montaña, de la conjunción de dos disciplinas, el esquí y el alpinismo, y se convierte en un fin en si mismo, en una disciplina autónoma, en un objetivo permanente, y el alpinista sólo piensa en la llegada de las primeras nieves, que le abrirán de nuevo el fascinante mundo de la alta montaña invernal.

El espíritu del esquí de montaña es bien distinto del esquí alpino o de descenso. Para este último, a pesar de estar en la montaña, lo importante es sólo el descenso, la calidad de la nieve, la velocidad y el virtuosismo en los giros. Busca el esquí por el esquí. Es una técnica pura, que ciertamente proporciona importantes placeres, pero está muy alejada de la montaña. La montaña es exclusivamente un marco, a veces duro e ingrato, como la carretera al coche o el mar al barco.

El esquí de montaña es otra cosa. Utiliza el esquí como medio para estar y disfrutar de la alta montaña invernal. Gracias a los esquís el alpinista podrá gozar de los mismos placeres que el esquiador alpino en los descensos, pero a la vez se integrará en la montaña, vivirá en la montaña. Sin los ruidos ni aglomeraciones de las estaciones de esquí entrará en un mundo de grandes horizontes, de naturaleza virgen, de soledad extrema. Cuando ha de elegir la mejor ruta de ascensión, la pala con nieve más adecuada para realizar el descenso, vive la nieve, sus cambios y cualidades. Por ello el practicante del esquí de montaña ha de procurar ser un buen alpinista y un buen esquiador. Una técnica adecuada le permitirá afrontar todo tipo de situaciones, de terrenos estrechos o inclinados, de nieves inesquiables o de ensueño, con mayor o menor soltura y podrá liberar su espíritu de las contrariedades materiales. Pero a la vez ha de ser un buen alpinista. Ha de conocer todas las características de la montaña invernal, todos sus peligros y dificultades. Ha de saber anticiparse a una meteorología dura y cambiante, prevenir el constante peligro de los aludes o grietas en los glaciares, saber orientarse en la niebla que convierte la ascensión en un laberinto, cruzar un collado con cornisas o traspasar una cresta rocosa helada. El esquiador-alpinista se entrega a una comunión íntima con la montaña. Es entonces cuando el esquiador de montaña, liberado por la técnica y con los conocimientos y experiencia de alpinista suficientes para afrontar cualquier dificultad, vivirá de manera plena e intensa una nueva dimensión de la montaña invernal, gozará de la felicidad de abrir una ruta en una pala perfecta o del placer inefable de deslizarse por un bosque recién nevado. El espirítu de la montaña invernal invade los sentimientos al realizar uno de los más bellos deportes que pueden practicarse en la naturaleza. Un deporte de libertad, pero también de responsabilidad.


BREVE APUNTE HISTORICO
"La gente avanza teniendo en sus pies tablas fabricadas especialmente. Cada tabla tiene una braza (2 metros) de largo y una palma (10 cm.) de largo, y tanto delante como detrás se levanta del suelo. En medio de la tabla, hay un lugar para poner el pie, que consiste en un agujero con correas de piel muy ceñidas, con las que se atan los pies..." Este es el testimonio de Abu Hamid, natural de Granada, quien durante un viaje por Asia en el siglo XII descubrió unos extraños instrumentos que usaban los indígenas para desplazarse por la nieve. Es un texto raro y poco conocido, que señala la utilización de antiguo de los esquís. Fue en 1921 cuando se desenterró en Suecia el esquí más antiguo del mundo. Tenía una longitud de 1,10 metros y una anchura de 10 centímetros, y los científicos lo han fechado 2.500 años antes de Cristo. También en los más primitivos grabados rupestres de la edad de piedra se representan a hombres con esquís.

Igualmente numerosas representaciones de los países nórdicos, especialmente de Laponia, Eslovenia, las mesetas centrales asiáticas o de Japón, dejan constancia de la utilización de los esquís por sus habitantes. Así todos estos testimonios no hacen más que confirmar el hecho que el ser humano, especialmente los pueblos nórdicos, ha buscado desde sus orígenes la ayuda de estos instrumentos para cazar o desplazarse cuando llegaban las nieves.

No es hasta una época reciente, a finales del siglo pasado, que los esquís dejaron de ser una simple herramienta de trabajo para convertirse en una herramienta que ha permitido el nacimiento de un nuevo deporte. El esquí deja de ser considerado como un medio para convertirse en un fin, requisito indispensable para valorar su carácter meramente deportivo. Parece que se puede fijar en 1880 el nacimiento del esquí de montaña tal como lo conocemos en la actualidad. Un alpinista inglés, Cecil Slingsby, franquea con esquís el Keiser Pass, un collado de Noruega. La noticia impresiona fuertemente a un joven universitario noruego, excelente esquiador, que descubre en los esquís el medio ideal para realizar la travesía de Groenlandia que anhela y que pensaba realizar a pie. Y probablemente es gracias a los esquís que Fridtjot Nansen, ocho años más tarde, alcanza el éxito en la travesía del sur de Groenlandia, de este a oeste, tirando de trineos durante 500 kilómetros y alcanzando altitudes de 2.700 metros. Pero no se consideraba un objetivo esencial la ascensión a una cumbre con esquís, sino que se utilizaban como medio de transporte.


En 1890 un alemán, Karl Otto, realiza la ascensión a una cumbre de Baviera, el Heimgarten (1.790 m.) y el Dr.Pilet realiza la primera ascensión del Feldberg (1.495 m.) cimas muy modestas. Hasta 1894 otro alemán, Wilhelm von Arlt, no realiza la primera ascensión a una cumbre de tres mil metros, el Rauris Sonnblick (3.103 m.), en Austria. El año antes el suizo Christophe Iselin, con tres amigos, realiza la travesía del collado de Pragel, de Glaris a Schwytz, que para Marcel Kurz se ha de considerar el origen de las excursiones de montaña con esquís. El alemán Wilhelh Paulcke, con cuatro compañeros, realiza una importante travesía del Oberland bernés en 1897, con una técnica muy rudimentaria y desconociendo las posibilidades de la piel de foca para las ascensiones. ¡ Es la primera Alta Ruta ! El mismo año publica un manual técnico de gran éxito, donde ya habla de las técnicas del telemark y christiania para los descensos, y es probablemente el primer gran especialista del esquí de montaña.

En 1898 el guía austriaco Heinrich Moser, acompañando a su cliente Oscar Schuster, realizan la primera ascensión con esquís al Monte Rosa. En 1903 el Dr.Payot, que años antes ya había introducido los esquís en el valle de Chamonix y los utilizaba regularmente en las visitas a sus pacientes, con los guías Couttet, Ravanel y Simond, realizan la primera travesía Chamonix-Zermatt, y el año siguiente Hugo Mylius, acompañado de tres guías realiza la primera ascensión del Mont Blanc. A partir de 1907 el suizo Marcel Kurz dará las letras de nobleza al esquí de montaña en altitud, con atrevidas ascensiones (Chardonett, Grand Combin, Allanlinhorn, Mont Rosa, Lyskamm, Dent d'Herens, Dent Blanche...), deporte que a partir de entonces conocerá un desarrollo imparable, siguiendo el mismo esquema que el alpinismo: progresión y búsqueda de la dificultad por un lado, y popularización hacia el gran público por el otro (ya en 1894 el creador de Sherlock Holmes, Sir Arthur Conan Doyle, realizaba la travesía del collado de Furka, convirtiéndose en el más famoso turista-esquiador de su época). Tal como Arnold Lunn constató el esquí de montaña se erigirá en uno de los más formidables deportes de invierno y " a los esquiadores, la montaña ofrece un nuevo encanto, una nueva manera de amarla."

En España las primeras noticias de esquís, envueltas en una gran nebulosa, se remontan a finales del siglo pasado, cuando parece que unos noruegos que vivían en Madrid lo practicaron. Pero hasta 1905 no aparecen los primeros testimonios constatados históricamente. Un madrileño, Manuel G. de Amezúa, fundador del "Twenty Club" en 1907, que evolucionaría al Club Alpino Español al año siguiente, durante una viaje a Davos, vio practicar el esquí y se trajo tres pares de tablas, entusiasmado por el nuevo deporte. Una mañana de Marzo se dirigió hacia la sierra de Guadarrama, y sobre unas rudimentarias tablas trazó los primeros surcos, seguramente poco paralelos, del esquí español.

En Cataluña el esquí llegó tres años más tarde. Un socio del Centre Excursionista de Catalunya (CEC), Albert Santamaria, había ido a Chamonix para presenciar el II Concurso de Deportes de Invierno y quedó tan entusiasmado que quiso dar a conocer dichos deportes en el Pirineo. A través de la Sección de deportes de montaña se realizó un pedido a la firma Staub de Zurich (luges, esquís, raquetas, piolets) y el día de Navidad de 1908 se hacía la primera salida a los Rasos de Peguera y el 1 de enero de 1909 la segunda al Matagalls.¡Como debían ser aquellas primeras prácticas sin que nadie tuviera los más mínimos conocimientos ni técnica!. Aquel mismo invierno se realizaron las primeras excursiones a Nuria, la Molina y Ull de Ter. ! Había prendido la afición por el esquí de montaña ¡ A partir de entonces se iniciaría un lento desarrollo del esquí de montaña. En 1917 tiene lugar la primera travesía de la que se tiene noticia, desde Corbera, Alto de Rasos de Peguera hasta el pueblecito de Peguera. Las salidas de montaña con esquís a Nuria y Ull de Ter se normalizan.


 
El invierno de 1919 se realiza una importantísima travesía por montañeros del CEC. Lluís Estasen, Pau Badía y Josep Mª Soler i Coll, bajo el mandato del presidente de la Mancomunitat de Catalunya, enlazan Baga con Benasque, pasando por la Seo de Urgel, Llavorsí, Esterri d'Aneu, Puerto de la Bonaigua, Valle de Aran y el Puerto de la Picada. El objetivo era dar a conocer a los habitantes del Valle de Aran, que quedaban incomunicados del resto de España durante los meses de invierno, los esquís. Entretanto los esquiadores madrileños realizan unas primeras incursiones en el Pirineo Central y en Panticosa. El Abril de 1927 el mismo Estasen, Soler i Coll, Ribera y Feliu realizan la primera ascensión nacional con esquís al Aneto (ascensión que ya habían realizada en 1904 Falisse, el pireneista francés que introdujo el esquí de montaña y lo practicó al más alto nivel al otro lado de la frontera) y el año 1935 se traza la primera Alta Ruta Pirenaica con esquís, por un grupo de montañeros del CEC.



Quizás algunos aficionados al esquí de pista, al deslizarse entre los remontes de cualquier estación se han fijado en unas curiosas señales de esquís en la nieve vírgen de las montañas cercanas. Normalmente hay unas señales paralelas que ganan altura, con repentinos cambios de dirección, a veces en forma de zig-zag, y otras de descenso. Estas señales no son de ningún animal extraño, que vaga por las cumbres, sino que son las señales que dejan los esquiadores de montaña, una subespecie dentro del alpinismo que tiene una gran pasión: el ascenso a las cumbres, el descenso por palas de nieve virgen, el recorrido de valles solitarios, pernoctando en cabañas o refugios, cruzando bosques nevados o lagos helados, en definitiva, alpinistas y esquiadores que en invierno aúnan sus dos pasiones para recorrer la montaña invernal sobre unos esquís, lejos de los remontes mecánicos y de las ruidosas estaciones de esquí, entrando en contacto con la naturaleza, aparentemente muerta, pero en realidad viva bajo el manto de las nieves invernales.

El esquí de montaña es una disciplina del alpinismo invernal que tiene por objetivo la ascensión a las montañas o las travesías de los grandes macizos calzados con esquís, alejados de los remontes y cercanos a la naturaleza. Gracias a un material especial y una técnica depurada el hombre tiene la ocasión de entrar en contacto con la belleza de la montaña en invierno, recorriendo valles donde no pasa nadie, dejando su traza en lagos helados o bosques dormidos, conociendo el silencio del frío o la increible belleza de las luces del sol sobre la nieve.
El esquí de montaña aprovecha los mejores aspectos del alpinismo y del esquí. Por un lado permite avanzar sobre la nieve sin hundirse, pudiendo continuar durante la época de las nieves con la temporada de montaña, conociendo nuevas facetas insospechadas. Del esquí alpino aprovecha el deseo de buscar siempre el mejor descenso, que permita trazar impecables "godilles" en una immaculada nieve vírgen. Renuncia a los cómodos ascensos en telesilla, pero por contra gana el silencio, la soledad, la pureza invernal, imposible de encontrar en una estación de esquí. El esquí alpino, como muchos otros deportes, puede prácticarse a diferentes niveles. Desde la salida matinal o de un solo día, a la clásica excursión de fin de semana pernoctando en un refugio, hasta realizar travesías de varios días o semanas que permiten conocer a fondo un macizo montañoso.
Igualmente puede prácticarse en cumbres suaves, sin ningún peligro, como en otras de gran dificultad, que exigen una depurada técnica, gran experiencia y una enorme seguridad.


Para el esquiador de pista cansado de largas colas, de repetir siempre las mismas pistas, amante del esfuerzo físico y de la naturaleza y la montaña, el esquí de travesía es una alternativa que le puede abrir las puertas de un nuevo mundo del que facilmente quedará prendado.
La montaña y el esquí de montaña, permiten un amplio terreno de jeugo para todos los niveles. El esquí de montaña, al menos en una etapa inicial, puede ser practicado por cualquier buen esquiador habituado a desenvolverse sin problemas con las diferentes nieves y con un buen entrenamiento físico. Pero no hay que olvidar que siempre se desarrolla en un marco de alta montaña, y si no se conocen las reglas de la montaña invernal lo más aconsejable es iniciarse de la mano de algún amigo experto o de un guía preparado. El objetivo final es reunir las mejores cualidades de los dos ámbitos. Por un lado convertirse en un alpinista completo, conociendo a fondo las técnicas del alpinismo invernal, y por otro disponer de un buen nivel de descenso, que nos permita afrontar con confianza las pendientes más inclinadas o las nieves más difíciles.
Cuando se sepa interpretar un mapa, leer en el terreno la estabilidad de la nieve o unas nubes en el cielo correctamente, acertar en el mejor itinerario o no dudar sobre le material más adecuado, será el momento para salir sólos, con los amigos, y tener un contacto íntimo con la montaña invernal, con el esquí de nieve vírgen, y gozar de la libertad de las superficies blancas, impolutas, que están esperando nuestro paso, y disfrutar de uno de los deportes más bellos y gratificantes que se pueden practicar en la montaña.

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